sábado, 9 de octubre de 2010

La hora de la nostalgia I: El Ala Oeste de la Casa Blanca

Con la última entrada sobre Aaron Sorkin, no he podido parar de pensar en esa grandiosa serie que durante siete temporadas, aunque él la abandonara a mitad, fascinó al mundo entero: El Ala Oeste de la Casa Blanca. Cada una de las cuatro primeras temporadas de la serie ganó el premio Emmy a la mejor serie dramática. Precisamente, las cuatro en las que Aaron Sorkin estuvo al mando de El Ala Oeste. Pero una serie no se mide por sus premios. ¿Por qué El Ala Oeste es tan maravillosa?
El Ala Oeste nos lleva a un mundo en el que el presidente de los Estados Unidos es el demócrata, Premio Nobel de Economía y Católico Joshiah Bartlet, interpreatado ni más ni menos que por Martin Sheen. Ese, mundo es, por supuesto, el nuestro propio. Bartlet junto a su gabinete se enfrentará a una oposición republicana muy dura (gana las elecciones por un margen estrechísimo) y a multitud de conflictos internacionales surgidos de la mente de Sorkin pero de un realismo sublime. Lucha contra el terrorismo en Oriente Próximo y hasta una invasión a un país africano para poner fin a un genocidio entre las dos razas  del país (clara referencia a los hutus y tutsis).
Economía, educación, asuntos sociales, patriotismo. Todo, todo lo que narra lo hace con un acierto y un realismo espectacular. Ahora bien, algunos le achacan un pequeño fallo, pero totalmente perdonable porque, a fin de cuentas, es ficción. Los políticos, todos los del gabinete de Bartlet, son honrados. Y no sólo honrados, sino apasionados por su trabajo, quieren lo mejor para el país, se desviven para ayudar a la gente, siempre hacen lo correcto... Todo aquel que haya visto esta serie coincidirá conmigo que ojalá nuestro gobierno fuera así.
El presidente Joshiah Bartlet

Otra gran virtud de la serie es su guión. El Ala Oese, no voy a engañar a nadie, son 40 minutos de capítulo de puro diálogo. Son políticos y no hay explosiones, persecuciones ni nada que se asemeje a una pizca de acción. Son diálogos, probablemente los mejores diálogos de la historia de la televisión. Los personajes, siempre escasos de tiempo, nos soprenden con increíbles conversaciones mientras recorren toda la Casa Blanca. Camino a una reunión, vuelta al despacho, yendo a otra reunión... Siempre están en movimiento y siempre están hablando. Un ejemplo de estos grandísimos diálogos, este como otros muchos con bastante gracia, lo tenemos en una discusión entre Josh Lyman, ayudante del jefe de Gabinete, encargado de lidiar con los senadores y congresistas para ganarse sus votos en la aprobación de leyes; y Donna Moss, su secretaria. En esta escena, Donna pregunta a Josh por qué no bajar los impuestos si hay superávit. Josh le contesta, siempre en movimiento de forma muy acertada respecto al planteamiento fiscal demócrata pero, sobre todo, con mucho humor. Así, aspectos como la economía que tanto repelús generan al espectador, aquí se tratan con mucha sencillez, humor y, por supuesto, corrección, pero logrando que el espectador se enganche totalmente.

Josh Lyman y Dona Moss
Al margen de sus diálogos, su rapidez y adicción, El Ala Oeste es una serie muy bien realizada. Con grandes momentos. Algunos muy emocionales, otro muy duros, otros de alegría desbordante... Antológico (no hay otra manera de decirlo aunque esta palabra me resulte muy fanática) es el cierre de la segunda temporada con su capítulo Dos Catedrales. En él, un presidente Bartlet enfermo y atacado por la oposición, se enfrenta sólo desde su enfermedad al juicio al que le somete la opinión pública y su propio gabinete. Hablando con sus secretaria recién fallecida, a Dios en una iglesia camino de la rueda de prensa, con la canción Brothers in arms de fondo, llega al púlpito, alza la mirada... Y todos sabemos lo que va a decir. Inovidable.

En resumen, si todavía no la has visto, más vale tarde que nunca.




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