miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cara y cruz

El bien y el mal. El bueno y el malo. Hace tiempo las series eran así. Sencillas. Un tipo malo y odioso (qué mal nos caía) se enfrentaba a uno bueno y amado (qué bien nos caía). La mayoría de las veces ganaba el bueno. Si el final quería ser trágico, la victoria era para el malo. Sin embargo, hoy día la televisión nos presenta personajes distintos. Y por eso, ya no es extraño que nos pongamos del lado de un personaje de escasa moralidad, que ha resultado ser fascinante. O al contrario, cuando el bueno, el que actúa correctamente, es aborrecible. Esto me ocurre a mí con dos personajes de la gran serie de ficción Battlestar Galáctica: Gaius Baltar y Laura Roslin.



Gaius Baltar es un científico que vive en Cáprica. Ya en el primer capítulo, (en el minuto diez, ergo no es spoiler) se muestra que él es el causante de la masacre Cylon. Los humanos son casi extinguidos por su culpa. Por su vanidad y soberbia. Pero él logra escapar y unirse a la flota que durante cuatro temporadas bagará por el espacio en busca de un nuevo hogar. Yo, personalmente, me pasé los primeros capítulos esperando su confesión. Pero no. Poco a poco me fui dando cuenta de que Gaius no era así. No se sentía feliz por masacrar a millones de almas, pero lo importante para él era la supervivencia. A lo largo de la serie, hace de todo para sobrevivir. Miente, mata, manipula, evangeliza... Cualquier cosa. Lo mismo en un capítulo salvaba a la flota entera de la catástrofe, que al siguiente ayudaba al enemigo.
Baltar, en definitiva, es arrogante, sobervio, cobarde, traidor, inmoral (o amoral), descreído, superviviente... Sú única preocupación es Gaius Baltar. Se quiere mucho y se llevará por delante a quien haga falta para sobrevivir.

Sin embargo, me cae bien. No puedo evitarlo. Los guionistas de esta serie te enredan. Te muestran su trasfondo, no hace el mar por placer. Sino por necesidad/convinencia/supervivencia. Al término de algunos capítulos no podía evitar pensar: "Este tío es un hijo de puta". Y por contra, al capítulo siguiente conseguían que me volviera a caer bien. Los guionistas jugaban conmigo, con mi juicio y mis creencias. Hoy me mostraban un poquito de caridad en Gaius, al día siguiente mostraban su lado egoísta compensado por una buena acción y dado de vuelta de nuevo por un acto de dudosa moralidad.

Resultado final: Gaius es un hijo puta que me cae bien. Es un personaje complejo, para nada plano. Con varias dimensiones. Y como él, decenas de personajes en decenas de series maravillosas que podemos disfrutar. Estamos en plena cresta de los personajes con dos caras, grises, ambiguos moralmente. El malo y el villano tradicional están desapareciendo.




Porque si no, no se entendería mi odio bisceral hacia Laura Roslin, presidenta de los 50.000 humanos que inician este éxodo con claras reminiscencias bíblicas. Roslin se convierte en presidenta de esta Odisea por ser la cuarenta y pico en línea de sucesión. Claro, entre los millones de muertos se encuentra casi todo el Gobierno. Y de golpe y porrazo (como diría F. Ibañez) asciende de secretaria de educación a presidenta. Roslin es una mujer trabajadora, moralmente correcta y siempre, siempre tiene la razón. Que creo que es lo que me saca de quicio. Más que lo de la moralidad, porque en algunos capítulos sí que ha tomado decisiones muy duras. El problema, mi odio más bien, viene desencadenado porque siempre tiene razón. Al final, ella era la que llevaba la razón en casi cada situación. Y por alguna extraña razón me pone de los nervios. ¿Es demasiado perfecta? Sí y no, porque, como he dicho, ya comete alguna que otra acción moralmente reprovable. Pero es que... su tono de voz... sus gestos... su ego de salvadora de la humanidad...

Donde esté un buen Gaius Baltar, que se quite una Laura Roslin. Yo voy con los malos.



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